30 noviembre 2007

El autobús del patógeno

Los vectores son esos animalillos tan indeseables para muchos pero que cumplen una función esencial en el mantenimiento de los ecosistemas. La interacción parásito-hospedador puede ser definida de manera laxa entendiendo por parásitos desde virus a helmintos, pasando por bacterias, protozoos, etc. de igual manera podríamos incluir bajo esta denominación a ciertos insectos que se aprovechan de otros organismos para obtener su fuente de alimento, la sangre. Este es el caso no solo de los mosquitos, sino de una considerable diversidad de insectos. Pero los efectos de estos insectos sobre sus hospedadores no son solo directos (como pudiera considerarse la anemia o hipersensibilidades que puedan inducir con sus picaduras) sino también y más importante si cabe, es su papel como parte fundamental en la transmisión de patógenos entre hospedadores. La malaria, la enfermedad del sueño, el mal de Chagas o la lengua azul son claros ejemplos de ello. Existen claras diferencias en cuanto al papel que juegan los vectores, pudiendo actuar como un mero mecanismo de transporte del patógeno o por el contrario, ser a su vez, un hospedador para el patógeno. Así, por ejemplo, el parásito de la malaria necesita desarrollar una parte de su ciclo en el mosquito para infectar de nuevo a otros hospedadores. En muchos casos se ha pensado que los mosquitos no sufren costes por actuar como vectores de parásitos, aunque cada día hay más evidencias de lo contrario dándose ejemplos de cómo el parásito afecta a la supervivencia del vector.


Pero después de introducir un poco estos conceptos me gustaría tratar un tema en particular, la localización de los hospedadores por parte de estos vectores. Tradicionalmente se ha visto que los vectores disponen de una considerable diversidad de receptores, desde químicos a visuales. Estos receptores responden a estímulos ampliamente ligados al metabolismo de los hospedadores tales como el dióxido de carbono o el ácido láctico. Estos factores hacen que los mosquitos no piquen azarosamente a sus hospedadores, como en efecto se comprobó con individuos infectados con malaria frente a otros grupos control. En este experimento se observó que aquellos individuos enfermos atraían más mosquitos que los sanos y que esta relación desaparecía tras un tratamiento antipalúdico. Muy posiblemente, el estado febril o un incremento en el metabolismo basal de los individuos enfermos deben estar jugando un papel esencial en esta relación. Pero además, no sólo sustancias procedentes de los hospedadores actúan como atrayentes de los mosquitos, pues se ha visto que sustancias vinculadas a los propios vectores (feromonas) atraen más vectores. Aunque estas sustancias por si solas son capaces de atraer a los vectores, es sabido que deben interactuar con los propios atrayentes del hospedador.

Nuevamente, podemos descubrir la belleza que hay detrás de un simple mosquito y las interesantísimas relaciones que existentes entre los parásitos, los vectores y los hospedadores. Fascinante.

Fotografía de: Jim Newman

2 comentarios:

Martuki dijo...

Se q a ti te apasiona, y reconozco q cuando lo explicas me remueves algo q hace q me interese un poco más, pero sigo pensando q los mosquitos son criaturas infernales...

Parasite dijo...

jajaja bueno, si consigo con ello aumentar un poquito el interés de la gente, me doy por satisfecho. Por cierto, en cierto modo, desde el punto de vista humano (y sanitario) es cierto que los mosquitos son criaturas más bien diabólicas, pues se suponen como el factor que más muertes produce, aunque ellos son meros transmisores de esos males. Pobres criaturas, pican porque necesitan sangre para reproducirse. ¿cómo era eso de el que roba porque tiene hambre no es tan culpable...?