02 septiembre 2008

El espíritu aventurero perdura en los biólogos del siglo XXI.

La imagen del científico actual dista mucho de los estereotipos que la sociedad tiene de ellos. Ese estereotipo del científico se basa en la imagen que se ofrece de ellos en medios tan populares y mediáticos como el cine o la televisión. Al respecto, me vienen a la cabeza personajes como Flippy de El hormiguero o el doctor Emmet Brown de la saga de películas El regreso al futuro que ofrecen una imagen que muchas personas asocian con la de los científicos de hoy en día. Bata, gafas y un carácter extraño alejado de la diversión y la aventura son características esenciales de la mayoría de ellos. Y su lugar de trabajo, el laboratorio, como no podía ser de otro modo. Pero, ¿son siempre así? Obviamente, no.



Y es que las aventuras que desarrollaban los científicos de siglos pretéritos no pertenecen exclusivamente al pasado. El espíritu de esas expediciones tan importantes de científicos de renombre que permitieron conocer la fauna, flora o la geología de territorios desconocidos sigue vivo en el interior de los científicos actuales. Prueba de ello son las expediciones a lugares tan poco accesibles como la Antártida o la selva. Lógicamente las diferencias entre hoy y ayer son innumerables, la disponibilidad de medios con los que cuentan los científicos actuales distan

mucho de los disponibles por sus colegas del pasado, pero no siempre la última tecnología sirve para hacer frente a las inclemencias naturales. Grandes lluvias, dificultades meteorológicas, animales peligrosos, mala accesibilidad

son problemas intemporales. Un ejemplo de ello puede encontrarse aquí (ver página 11), donde el doctor de la Riva nos describe las vivencias que él y su equipo sufren en las últimas expediciones a los Andes centrales, en busca de nuevas especies por descubrir. De esas aventuras seguramente también hablará en la conferencia que se anuncia en la imagen.



Lógicamente, el mar de posibilidades que se abre en las expediciones a territorios “vírgenes” es inmenso. Hoy en día, es difícil ser testigo partícipe de la descripción de especies nuevas (al menos de organismos superiores), de nuevas interacciones entre organismos o de la descripción de nuevos comportamientos. Aún así ese es el sueño vivo de muchos biólogos de hoy. El descubrir y describir conceptos tan básicos como la historia natural de un organismo suponen todavía hoy un reto para el mundo científico, un nuevo camino para revivir las experiencias de aquellos científicos y expedicionarios del pasado. Aunque parezca mentira, aún hoy se desconoce mucho de las especies del mundo, de muchas de ellas se desconoce hasta su existencia y de otras muchas, solamente se tiene constancia de que existen en cierto lugar. Conocer su distribución, su biología básica (reproducción, fisiología,…) o su relación con otros organismos son piezas de un puzzle todavía por construir. Quizás, a pesar de todo, ser científico no sea tan aburrido.

5 comentarios:

SeRa dijo...

Lo cierto es que los científicos (incluso de laboratorio) seguimos expuestos a salir al medio natural, como hacían nuestros predecesores (eso si, con algunas mejoras). Aunque se nos vea siempre de bata con las probetas y las gafotas, lo cierto es que muchos de nosotros todavía gustamos de un trabajo de campo que nos mantiene en contacto con la realidad sobre lo que hacemos.

¿De qué nos sirve descifrar la ruta de síntesis de un metabolito secundario, si no lo ponemos en su contexto dentro del medio en el que se ha desarrollado? Las especies están en el campo y hay que ir a por ellas y siempre será así.

Un claro ejemplo de grandes expediciones se encuentra en la búsqueda de nuevos fármacos procedentes especies marinas, sin duda el riesgo es intrínseco al patrullaje de la mar.

Saludos

Parasite dijo...

muy cierto Sera, el afán en descubrir cosas inunda el "alma" del científico. El ejemplo que pones es muy claro y me recuerda una conferencia que escuché no hace mucho, sobre un proyecto del ilustre Duarte, en que pretenden hacer un barrido masivo de la diversidad genética que encuentran en las profundidades del océano. Es por ello, por lo que sigue vivo ese espiritu, ese afán por conocer lo oscuro, si uno trabaja en el laboratorio o en su despacho en la esquina de un edificio también puede moverse con él y hacer sus propias "aventuras científicas".

Un saludo

Anónimo dijo...

¡Que el espíritu de aventura no muera! :D

Anónimo dijo...

Se olvidan de los discípulos de Heuvelmans, todos esos intrépidos buscadores del Yeti, de Nessie, del Ogopogo, del Mokele-Mbembe y del chupacabras. Esos sí que son auténticos aventureros y sientificos. ¿O no?

Anónimo dijo...

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