La distribución de los recursos no es homogénea. Esta obviedad, de la que cualquiera es consciente, se pone de manifiesto en todos los ámbitos. Los países más pobres son los que sufren con mayor frecuencia el impacto de severas enfermedades, que a su vez dificultan en gran medida su propio desarrollo incrementando las pérdidas personales y materiales.
Un caso ejemplar es el de la malaria en África. Estos países son los principales afectados por la enfermedad, pero el estudio in situ por parte de ellos mismos es tremendamente dificultoso por la falta de recursos. Al respecto, hoy en la prensa aparece un artículo referido a
En los últimos años, estamos siendo testigos de importantes cambios sociales que centran su atención en el desarrollo de la investigación sobre enfermedades que afectan principalmente a países pobres. El sida o la malaria son grandes ejemplos de ello. La labor de estas organizaciones está siendo reconocida por todos, recibiendo premios como el Príncipe de Asturias. Recientemente, diferentes centros ubicados en Tanzania, Mali, Mozambique y Ghana han sido galardonados con este premio por su lucha para romper la relación entre la enfermedad de la malaria y la pobreza. Con anterioridad,
Además de la falta de material que afecta a estos países, otro gran problema es la falta de personal debidamente formado. La fuga de cerebros debe afectar significativamente a estos países. Por ello, la labor que desarrollan estos centros citados en la formación de personal local para la investigación biomédica debe ser especialmente meritorio. Conjuntamente con ello, la donación de material desde centros de países desarrollados, puede suponer un impulso más hacia el desarrollo científico en estos países más pobres. El acceso a las publicaciones científicas (y el papel del libre acceso) y de los programas informáticos de libre distribución debe ir de la mano de estos proyectos.
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