El jueves de la semana pasada nos
desayunamos (siempre quise empezar un apunte con esta
frase) con un artículo en la revista Nature de Koralek y
colaboradores de la
Universidad de California que ha pasado desapercibido para
los medios de comunicación mayoritarios pero que a mí me parece impresionante,
no solo por sus implicaciones sino por el modo de llevar a cabo el experimento.
El objetivo del trabajo fue la de
dilucidar si una cierta vía nerviosa, la corticostestriatal (llamada así por unir la corteza cerebral con el estriado) ,
se encuentra implicada no solo en el aprendizaje de tareas motoras, algo que ya
se sabía desde hacía bastante tiempo, sino si también podría participar en el
aprendizaje de tareas más abstractas. Esta vía es muy importante en el
aprendizaje de tareas como conducir, montar en bicicleta o aprender unos pasos
de baile. Lo que los investigadores querían saber es si este circuito está
involucrado en el aprendizaje de otras tareas que no resultan directamente del
movimiento del cuerpo. Esto es muy importante, por ejemplo, para diseñar
prótesis controladas con las ondas cerebrales, o sillas de ruedas que se muevan
solo con el pensamiento. Pues bien, los investigadores, ni cortos ni perezosos,
diseñaron un experimento en ratas para tratar de responder a esta pregunta.
Y aquí viene lo interesante. Los
investigadores implantaron electrodos para detectar la actividad de neuronas en
la corteza motora primaria (M1) y el
estriado y transformaron, mediante el empleo de un algoritmo, la actividad de las
neuronas de M1 en un tono acústico (es decir, la
actividad x de las neuronas equivale a un tono y) . Las ratas
tenían que llevar a cabo una tarea que consistía en modificar la actividad de las
neuronas de su corteza motora (aquella que se estaba detectando)
de modo que se alcanzase un determinado tono acústico. Es decir, las ratas
perciben en todo momento el tono al que equivale la actividad de las neuronas
de su corteza motora y en base a ese feedback que ellas reciben la actividad de
esas neuronas debe modificarse para alcanzar el tono acústico adecuado, el cual
les proporcionará una recompensa determinada. Las ratas podían modificar esa
actividad para llegar a dos tonos diferentes, uno que les proporcionaba comida,
y otro una bebida dulce. Lo sorprendente de todo esto es que las ratas son
capaces de aprender a llevar a cabo esta tarea en tan solo tres días y luego
van mejorando muy poco a poco, un aprendizaje que es muy similar al que se
observa con tareas motoras.
En el resto del trabajo lo que
los investigadores comprueban es que esa actividad de las neuronas de M1 no se ve modificada por el hecho de que los
animales realicen un determinado movimiento, ya sea de sus patas o incluso de
sus vibrisas (los bigotes) . Después
comprueban que la tarea consiste en una conducta orientada a un fin (obtener la recompensa) y que no se trata de un hábito
(los cuales se hacen de forma automática, sin que
importe, por ejemplo, si la recompensa se devalúa, lo que ocurre, por ejemplo,
con los adictos a drogas) . Ven que se trata de una conducta
orientada a un fin, lo que para ellos es una prueba de que la rata modifica
intencionalmente la actividad de las neuronas de la corteza motora para obtener
la recompensa. Este “intencional” siempre entre comillas, pues es dudoso que la
rata pueda modificar de forma intencional la actividad de sus neuronas de M1. Y
finalmente, empleando ratas y también un modelo genético de ratón observan que
para el aprendizaje de esta tarea es fundamental que se active la vía
corticoestriatal, lo que era el objetivo inicial de su estudio, puesto que
observan que cuando las ratas aprenden la tarea se establece una sincronización
entre las neuronas de M1 y el estriado y si se inactiva esa vía las ratas no
aprenden la tarea.
La prueba que realizan las ratas
tiene mucho que ver con una similar que hemos visto recientemente en ciertos informativos
y en la segunda parte del muy recomendable documental El mal
del cerebro en los que a un grupo de personas con problemas de memoria y/o atención
se les coloca delante de una pantalla con un cuadrado rojo y ellos, mediante la
modificación de su actividad encefálica deben cambiar el color del cuadrado a morado.
Es una forma de hacer que esos individuos se concentren y que potencien la
actividad de determinadas vías neurales. Lo que no está muy claro todavía es si
los resultados que se obtienen mediante este entrenamiento son muy duraderos o
no. Lo que sí está claro, es que este trabajo nos ayuda a saber qué áreas
encefálicas se encuentran implicadas en la interacción cerebro-máquina,
relación que se incrementará seguramente en años venideros. ¡Bienvenidos al
futuro!
1 comentario:
Buenas tardes
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