09 junio 2008

Mirando patrones biológicos a otra escala

La biología es una rama del conocimiento tan amplia que permite el estudio de seres y procesos desde un nivel microscópico al macroscópico. En la mayoría de los casos, nosotros aquí nos hemos centrado en el primero y ya va siendo hora de echar un ojo a una escala mayor. Y es que al igual que nos encontramos con leyes que rigen el comportamiento de las células o los organismos de menor tamaño, a un nivel macro-ecológico también podemos destacar la presencia de ciertos condicionantes que determinan a la postre el patrón que nos encontramos, en este caso, a nivel, incluso, planetario. Así, por ejemplo, uno de los patrones más estudiados en ecología es el que afecta a las islas. En ellas, de modo general, observamos una diversidad de especies menor a la observada en el continente y ésta además, muestra una considerable relación con la distancia que separa dicha isla de su continente. En una situación de creación de nuevas islas, aquellas que se encuentren más alejadas del continente (fuente suministradora de especies) serán colonizadas con mayor dificultad que aquellas más cercanas. No es difícil pensar en las dificultades que van a tener animales como los reptiles para poder superar barreras como una mancha de agua salada en su recorrido desde el continente a la isla.

Del mismo modo, el tamaño de las islas también será un determinante de la cantidad de especies que esta podrá soportar. Aquellas islas más grandes, a priori, serían aquellas que presentarían una mayor diversidad de hábitat o recursos diferentes y por tanto, una mayor diversidad de especies. Estos laboratorios naturales han sido un medio en el que estudiar un patrón que nos estamos encontrando cada día con mayor frecuencia en el continente, las manchas de bosque. En muchos casos, nuestros bosques se limitan a ser meras manchas de árboles, aislados unos de otros. De este modo, la comunicación directa entre ellos se hace imposible, algo parecido a lo que ocurre entre las islas de un archipiélago. El resultado son islas de árboles separados por mares de tierra descubierta, condicionando del mismo modo que ocurre en las islas, el tipo y la cantidad de especies e individuos que estas manchas de árboles son capaces de soportar. Lógicamente esto tiene severas implicaciones en el campo de la conservación, pues sólo los bosques de mayor tamaño son susceptibles de soportar la presencia de grandes depredadores como el oso o una mayor riqueza de especies. Pero como casi todo, esto también tiene sus soluciones, aunque sólo sean parciales, que consisten en la creación de corredores o pasillos de bosque que permitan el movimiento de las especies entre las manchas aisladas.

Pero mi intención aquí también es presentar un patrón natural observado a una mayor escala, el gradiente latitudinal en la riqueza y abundancia de especies. Típicamente, en esta clase de estudios, como en los casos anteriores, se han empleado como modelos vertebrados de relativo gran tamaño que facilita su estudio. Pero, ¿esto también se cumple en el caso de organismos mucho más pequeños y de un tipo de vida tan particular como los parásitos sanguíneos? La respuesta, como no podía ser de otro modo, parece ser afirmativa. Así, en un primer estudio (1), los investigadores encontraron claras evidencias de la existencia de estos patrones en poblaciones parásitas de humanos (1), viendo una disminución en el número de parásitos a mayores latitudes en ambos hemisferios (recordemos que la latitud crece desde el ecuador hacia los polos). Pero recientemente, un estudio en aves forestales silvestres ha presentado nuevas evidencias al respecto (2). Según este estudio desarrollado en diferentes localidades de Chile, un país considerablemente largo, los investigadores han muestreado diferentes localidades entre los 33º S hasta los 55º S de latitud, incluyendo poblaciones forestales de los bosques más cercanos al polo Sur que se conocen. Según los resultados de este estudio, la prevalencia de infección (que los individuos, en este caso las aves, estuviesen o no infectadas) por parásitos del género Haemoproteus y Plasmodium presentaba una relación negativa con la latitud, es decir, cuanto más al sur se muestreaban las aves, la probabilidad de encontrar individuos infectados por estas especies parásitas disminuía. Estos resultados encajarían con las hipótesis de partida pues, si la cantidad de especies y sus abundancias se reduce hacia los polos, cuanto más al sur se muestreasen las aves previsiblemente menos infectadas estarían. Aún así, el patrón contrario se observó para otro género parásito, Leucocytozoon, a pesar de que este género se encuentra estrechamente emparentado con los otros dos citados anteriormente. La razón de estas diferencias parece encontrarse en los vectores, los cuales son diferentes en el caso de los tres géneros parásitos. Según esto, los diferentes requerimientos ambientales que presentan los insectos vectores que transmiten cada uno de estos parásitos probablemente esté condicionando estas diferencias. De este modo, a pesar que ciertas particularidades como los requerimientos vitales de ciertos vectores pudieran afectar a la existencia de estos patrones macro-ecológicos, en general, podemos encontramos leyes globales que respondan a la distribución y abundancia de los organismos en el planeta.

Bibliografía:
(1) Guernier et al. 2004. PLoS Biology 2: 740–746.
(2) Merino et al. 2008. Austral Ecology 33: 329-340.
Antes hemos escrito sobre vectores aquí y sobre estos parásitos aquí.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Curioso :) ¿Os imagináis descubrir una nueva isla, con especies de los más raro? Leyendo este artículo me han venido a la cabeza todas esas películas de aventureros que llegan a nuevos lugares perdidos :P, con las más raras especies sin descubrir...
Un saludo

Parasite dijo...

desde luego, creo que uno de las mejores cosas que le pueden pasar a un biólogo es decubrir una especie nueva, la sensación que debían tener los descubridores al aterrizar en esas islas debía ser como una especie de sueño, viendo especies parecidas a las que ellos conocían, pero extrañamente diferentes...

un saludo héctor.

Anónimo dijo...

Pues los biólogos marinos descubren especies nuevas cada vez que salen a buscarlas (los que trabajan en eso). Por lo menos algunos. Del fondo del mar se conoce relativamente poco. Eso creo recordar al menos, corregidme si me equivoco... Así que ya sabeís...

Un saludo parasite

Anónimo dijo...

Como curiosidad, decir que la diversidad de especies de esponjas es mayor en los polos que en el trópico... Como en toda regla hay excepciones.
Me alegra que te fijes en la macroescala!

Parasite dijo...

Pues sí Joselito, para todo hay excepciones, creo que curiosamente, esa es una de las pocas leyes sin excepción en biología...

Hector, ahí tienes toda la razón también, pero no solo hay agujeros en la descripción de especies marinas, algo que es bastante lógico dada nuestra condición de animal terrestre, pero también en nuestro medio hay gran desconocimiento. Por ejemplo, algunos grupos de insectos son grandes desconocidos, muchisimas especies incluso de vertebrados, en base a nuevos análisis genéticos y bioquímicos, estamos viendo que son especies distintas a las que se pensaba (donde había una especie ahora hay dos o más). El mundo de los parásitos también tiene su problemática correspondiente. En muchos casos son organismos que ocupan hábitats tan particulares que nadie se ha preocupado por estudiarlos o simplemente nadie los encontró. Parásitos de gaviotas o buitres (en España) son descubiertos cada día. Conclusión, hay mucho camino por andar...

saludos!

Anónimo dijo...

Pues ¡buen camino! Emocionante empresa.
Un saludo ;)

Anónimo dijo...

Good page!


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