Estamos obligados a remontarnos a los orígenes de nuestra evolución. La actuación de la selección natural tenía que contrarrestar el efecto pernicioso que la radiación solar (más específicamente su fracción ultravioleta) sobre la especie, en cuyos individuos provoca graves patologías como melanomas malignos y carcinomas de células basales y escamosas. En un principio, se pensaba en estas patologías como las responsables principales de la aparición de la pigmentación cutánea; pero se pasó a pensar en otras hipótesis dado que la incidencia de estas patologías, solía ocurrir una vez pasada la edad reproductora. En este punto cabría señalar que algunos teóricos, se apoyaban en la muerte parental por las patologías indicadas, como causa de la muerte de su descendencia debido a la carencia de sus cuidados, reduciéndose así su eficacia biológica. En contra, se posicionan aquellos que defendiendo la naturaleza cooperativa de las sociedades primitivas velando por sus niños huérfanos, imposibilita la hipótesis que correlacionaba la falta de protección infantil con la muerte prematura de los padres.
Una vez descartada esta primera hipótesis, Jablonski y Chaplin entre otros muchos autores empezaron a pensar en la implicación otras dos moléculas con una mayor presión selectiva, el ácido fólico y la vitamina D.
Por un lado, un exceso de radiación luminosa contribuía a destruir el ácido fólico corporal, vitamina presente en los alimentos. En la actualidad sabemos que esta molécula se trata de una sustancia imprescindible para poseer una buena fecundidad y lograr un adecuado desarrollo fetal. Por ello, aquellas personas con piel oscura se encontrarían en situación ventajosa para su mantenimiento en condiciones de alta radiación. Frente a ello se detectó que la radiación luminosa es precisa para poder biosintetizar la vitamina D, imprescindible para el correcto desarrollo óseo de la madre (con especial hincapié en el canal del parto por el raquitismo sufrido) y su posible descendencia, al igual que es necesaria para el adecuado funcionamiento del sistema inmunitario.
De este modo la selección natural tiene que encontrar un equilibrio estable entre el contenido y posibilidad de fabricación de estas sustancias y la barrera cutánea a la luz, siendo la melanina el principal constituyente de esa protección. Estas hipótesis encontraron en W. F. Loomis (1967) una importante demostración, la relación entre la cantidad de luz solar incidente en las distintas latitudes terrestres y la cantidad de melanina presente en los individuos que en ellas habitaban.
Una vez planteada esta teoría sería posible explicar las variaciones poblacionales en cuanto a su localización geográfica. Así latitudes ecuatoriales con una mayor incidencia de radiación, albergarían las poblaciones más pigmentadas, ya que ellos recibirían una radiación solar tal, que su melanina actuaría como una eficaz barrera con una doble función, permitiendo, por un lado, el paso de una pequeña proporción de luz necesaria para sintetizar la vitamina D y por otro, actuando como protección frente a las quemaduras solares.
Lógicamente, en términos de termorregulación el estar más melanizado en estas regiones supone una desventaja, dado que la absorción de calor de las superficies oscuras es superior respecto a las más claras. En cualquier caso será un factor secundario solventado por otras vías distintas.
Continuando el camino hacia el norte nos vamos encontrando con un aclarado gradual, salvo excepciones, que es comprensible desde el mismo razonamiento anteriormente planteado, con la salvedad de que en esta ocasión al adentrarnos en territorios más norteños la radiación incidente es menor y la barrera tegumentaria igualmente ha de sufrir una reducción es su contenido melánico.
El proceso continúa del mismo modo hasta llegar a la latitud más norteña, en las proximidades del polo, localización habitada por distintos grupos humanos como el pueblo inuit (Alaska y Canadá). Ellos previsiblemente y siguiendo con el patrón establecido deberían de poseer los tegumentos más aclarados del planeta; para así poder, recibiendo tan baja radiación, sintetizar la cantidad de vitamina D necesaria para evitar patologías. Por supuesto, nada más alejado de la realidad. ¿Por qué? La explicación parece ser que estriba en su dieta, dado que el pescado y mamíferos marinos que ellos consumen posee un altísimo contenido de vitamina D necesario para satisfacer sus requerimientos biológicos.
Por supuesto, procesos migratorios y otros muchos factores locales hacen que en ciertas regiones del planeta no encontremos el patrón cromático que esperaríamos, pero eso es ya otro cantar.
Una vez descartada esta primera hipótesis, Jablonski y Chaplin entre otros muchos autores empezaron a pensar en la implicación otras dos moléculas con una mayor presión selectiva, el ácido fólico y la vitamina D.
Por un lado, un exceso de radiación luminosa contribuía a destruir el ácido fólico corporal, vitamina presente en los alimentos. En la actualidad sabemos que esta molécula se trata de una sustancia imprescindible para poseer una buena fecundidad y lograr un adecuado desarrollo fetal. Por ello, aquellas personas con piel oscura se encontrarían en situación ventajosa para su mantenimiento en condiciones de alta radiación. Frente a ello se detectó que la radiación luminosa es precisa para poder biosintetizar la vitamina D, imprescindible para el correcto desarrollo óseo de la madre (con especial hincapié en el canal del parto por el raquitismo sufrido) y su posible descendencia, al igual que es necesaria para el adecuado funcionamiento del sistema inmunitario.
De este modo la selección natural tiene que encontrar un equilibrio estable entre el contenido y posibilidad de fabricación de estas sustancias y la barrera cutánea a la luz, siendo la melanina el principal constituyente de esa protección. Estas hipótesis encontraron en W. F. Loomis (1967) una importante demostración, la relación entre la cantidad de luz solar incidente en las distintas latitudes terrestres y la cantidad de melanina presente en los individuos que en ellas habitaban.
Una vez planteada esta teoría sería posible explicar las variaciones poblacionales en cuanto a su localización geográfica. Así latitudes ecuatoriales con una mayor incidencia de radiación, albergarían las poblaciones más pigmentadas, ya que ellos recibirían una radiación solar tal, que su melanina actuaría como una eficaz barrera con una doble función, permitiendo, por un lado, el paso de una pequeña proporción de luz necesaria para sintetizar la vitamina D y por otro, actuando como protección frente a las quemaduras solares.
Lógicamente, en términos de termorregulación el estar más melanizado en estas regiones supone una desventaja, dado que la absorción de calor de las superficies oscuras es superior respecto a las más claras. En cualquier caso será un factor secundario solventado por otras vías distintas.
Continuando el camino hacia el norte nos vamos encontrando con un aclarado gradual, salvo excepciones, que es comprensible desde el mismo razonamiento anteriormente planteado, con la salvedad de que en esta ocasión al adentrarnos en territorios más norteños la radiación incidente es menor y la barrera tegumentaria igualmente ha de sufrir una reducción es su contenido melánico.
El proceso continúa del mismo modo hasta llegar a la latitud más norteña, en las proximidades del polo, localización habitada por distintos grupos humanos como el pueblo inuit (Alaska y Canadá). Ellos previsiblemente y siguiendo con el patrón establecido deberían de poseer los tegumentos más aclarados del planeta; para así poder, recibiendo tan baja radiación, sintetizar la cantidad de vitamina D necesaria para evitar patologías. Por supuesto, nada más alejado de la realidad. ¿Por qué? La explicación parece ser que estriba en su dieta, dado que el pescado y mamíferos marinos que ellos consumen posee un altísimo contenido de vitamina D necesario para satisfacer sus requerimientos biológicos.
Por supuesto, procesos migratorios y otros muchos factores locales hacen que en ciertas regiones del planeta no encontremos el patrón cromático que esperaríamos, pero eso es ya otro cantar.
3 comentarios:
Aunque está entretenido, me esperaba algo más...
Quiero decir, que esto explica que cuanto más expuesto estás al sol seas más moreno (algo por otro lado batante intuitivo), pero no habla nada de los distintos colores de razas humanas que viven en las mismas latitudes.
perdona leonudio, pero discrepo absolútamente contigo, precisamente responde a la variación gradual de la pigmentación de las poblaciones humanas a lo largo de las latitudes. La melanización de la piel, es el mecanismo que permite maximizar la relación entre el ratio ácido fólico, vitamina D y radiación solar. De este modo se refleja que "Así latitudes ecuatoriales con una mayor incidencia de radiación, albergarían las poblaciones más pigmentadas, ya que ellos recibirían una radiación solar tal, que su melanina actuaría como una eficaz barrera con una doble función, permitiendo, por un lado, el paso de una pequeña proporción de luz necesaria para sintetizar la vitamina D y por otro, actuando como protección frente a las quemaduras solares". Existen diferentes abstenciones a esta regla general, pero no las añadí por ocupar demasiado espacio. Podrían añadirse aquí. Una de ellas sí la expuse, la de los pueblos de Alaska y Canada.
perdona, en un primer momento entendí mal tu comentario. Añado estas excepciones a las que hacía referencia (creo que a esto es a lo que te refieres):
Surgen algunas controversias importantes a la variación cromática con los cambios latitudinales. Uno de estos casos es el de las poblaciones que habitan el continente americano que no pueden ser explicadas según este patrón general; dado que ha sufrido innumerables procesos migratorios desde hace 30.000 años hasta la actualidad. De manera que sus poblaciones nativas más tropicales distan de ser las más oscuras, dada su proveniencia de poblaciones migrantes asiáticas.
Del mismo modo surgen dudas en las poblaciones de Asia y Oceanía, en las cuales a pesar de distribución latitudinal análoga a las europeas y africanas se detectan notables diferencias cromáticas. Su explicación parece radicar en dos hechos principales:
• Por un lado, en los desiertos, debido a la posesión de un engrosamiento del estrato corneo de su piel con mayor acumulo de queratina las poblaciones de colores “amarillo y morenos” se encuentran en ventaja frente otras poblaciones más oscuras y más claras, siendo estas últimas las de menor eficacia.
• Por otro, en lugares ocupados por bosques húmedos y pantanos donde el aire se encuentra saturado y las temperaturas son superiores al punto de transpiración, el fuego suponía una ventaja dado que a pesar de suponer un aumento de la temperatura también implicaría una reducción de la humedad. El problema (y con él la explicación a la mayor pigmentación en estos lugares) radica en el caso de darse una reducción de la temperatura que implicaría sensación de frío en aquellas personas, siendo aquellos individuos más oscuros los que, mediante absorción de la luz, obtuvieran un aumento de su temperatura corporal. Tal será el caso de poblaciones como los melanesios y los nativos de la Isla Bougaunville.
Aunque históricamente esta es la distribución tipo, los flujos migratorios (ya citados para la explicación de la variabilidad americana) actuales son responsables de que muchas personas tengan que vivir en zonas en las que la radiación solar recibida no se adecua al color de su piel. El caso de la alta incidencia de cánceres de piel en los inmigrantes caucasianos de Australia y Nueva Zelanda es solo un ejemplo.
Por supuesto que hay más factores que pueden estar afectando a todo esto, pero estos me parecían especialmente atractivos para ser citados.
Un saludo, y disculpa de nuevo, en un primer momento interpreté mal tu comentario.
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