20 marzo 2007

¿Es azarosa la evolución?

Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes
Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no
—¿adónde se me ha escapado?—.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.

Reproduzco este poema de Pedro Salinas titulado Ayer te besé en los labios por dos motivos. En primer lugar, para demostrar que alguien dedicado a la ciencia (o que más bien, intenta hacerlo) no es una mente fría y calculadora sino probablemente todo lo contrario y que, de hecho, la emoción es el principal motor de la ciencia, algo que ya analizaremos en futuros comentarios. En segundo lugar, este poema me sirve de excelente base para argumentar algo que para muchos de nosotros es obvio pero que otros desconocen: la evolución no es un proceso azaroso. De hecho no es que no sea azaroso, es que justamente es todo lo contrario: es un proceso muy bien definido por las restricciones que impone la selección natural. Es, en palabras de Richard Dawkins, un proceso eficiente de búsqueda.
Veámoslo con un ejemplo. Supongamos que nos dan cada uno de los versos que componen el poema de Pedro Salinas por separado en un trocito de papel, y nos instan a que lo recompongamos. Pero no podía ser tan fácil. Para dificultarnos la tarea nos tapan los ojos y nosotros debemos colocar los trocitos de papel de arriba a abajo en el orden correcto (supongamos que en cada posición pudiésemos colocar cualquiera de los versos, aunque ya hayamos colocado ese verso en otra posición, es decir, tendríamos 27 papelitos para cada uno de los versos, de modo que podríamos por azar componer un poema que estuviese constituido por el mismo verso en todas las posiciones). De este modo, la probabilidad de que colocásemos todos los versos en el lugar apropiado al primer intento serían ínfimas. Simplemente la probabilidad de colocar un verso en su posición correcta sería de 1/27 (uno entre 27 versos posibles o 0.037). Así, la probabilidad de colocar 8 versos en su lugar correcto en un intento sería de (1/27)8, es decir, 3.54x10-12, una probabilidad bastante baja ya. Pero la probabilidad de colocar todos los versos en su lugar correcto de una sola vez sería de 1/27 elevado a 27, es decir, 0,00000 y así hasta 39 ceros y por último un dos).
Este es el argumento que emplearía alguien que desconoce qué es lo que propone la teoría evolutiva. Esa persona planteará el siguiente interrogante: ¿cómo es posible que desde unas cuantas piezas sueltas haya aparecido por azar (que él identificará sin duda con las mutaciones) un órgano tan complejo como, por ejemplo, un ojo, en el que todas sus partes (retina, cristalino, iris, etc) son necesarias para una correcta visión?
La respuesta es muy sencilla. Los cambios son graduales y, si son adecuados (el animal logra sobrevivir y reproducirse en su ambiente), dichos cambios se acumularán. En esas condiciones las probabilidades de encontrar el poema de Salinas son más altas. Lo que haríamos ahora es colocar de nuevo los versos con los ojos tapados pero en este caso, cuando hayamos colocado uno en su lugar correcto lo mantenemos y seguimos colocando versos en las posiciones restantes en intentos subsiguientes. Si se realiza una simulación en un ordenador utilizando este método bastarían entre 40 y 60 pasos para conseguir reconstruir el poema de Salinas, mientras que muy bien se nos tendría que dar para conseguir reconstruir el poema mediante la primera técnica (en un solo paso) en 10 millones de intentos (y calculo por lo bajo). ¿Qué es ahora más probable?¿Un proceso en un solo paso o un proceso de acumulación de cambios? Sin duda, el segundo será un proceso más eficaz.
Sin embargo este ejemplo puede conducir a la idea errónea de que la evolución está dirigida a un fin, como sostienen algunos. En el caso de los que defienden esta idea ese fin sería el hombre, en nuestro ejemplo sería el poema de Salinas. Sin embargo, la evolución es un proceso ciego, en el sentido de que no está dirigido hacia un fin. Por eso, un mejor ejemplo hubiese sido (la idea le gustaría a Borges) el de un poema infinito, en el que colocásemos los versos en sus lugares adecuados pero que nunca finalizase, o bien el de un poema final que nunca fuese el mismo. Hace ya bastante tiempo Julio Cortázar y Octavio Paz jugaron a escribir poemas que pudiesen leerse de cualquier modo, es decir, comenzando por el verso que se quisiese y combinar los siguientes como al lector le viniera en gana de modo que cada vez que se iniciase su lectura se compusiese un nuevo poema. Dejo un ejemplo de muestra, por si lo anterior les ha aburrido y prefieren jugar con los versos:

Para el que con su incendio te ilumina,
cósmico caracol de azul sonoro,
blanco que vibra un címbalo de oro,
último trecho de la jabalina,
la mano que te busca en la penumbra
se detiene en la tibia encrucijada
donde musgo y coral velan la entrada
y un río de luciérnagas alumbra,
sí, portulano, fuego de esmeralda,
sirte y fanal en una misma empresa
cuando la boca navegante besa
la poza más profunda de tu espalda,
suave canibalismo que devora
su presa que lo danza hacia el abismo,
oh laberinto exacto de sí mismo
donde el pavor de la deliciosa mora
agua para la sed del que te viaja.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno el post. En cualquier caso no deja de ser sorprendente la complejidad de los seres vivos en relación a la simplicidad aparente del proceso.
Sin embargo es muy lógico pensar que es perfectamente posible que se de así.
La primera vez que me plantearon lo poco probable que sería un mundo como el que hoy conocemos sólo por azar, pensé que ese era un buen argumento, pero pronto me di cuenta que no era tan bueno. Precisamente por eso, porque la evolución va por pasos, y no ha aparecido de golpe por azar de la noche al día...
En cualquier caso, aunque fuese cierto que hubiera sido improbable por azar el mundo tal y como lo conocemos, eso no significa que ninguna de las religiones sea cierta. Parece como si eso ya da pie a que todo un sistema de creencias se encuentre justificado ya por este hecho, y realmente no tiene motivo de ser así.
Felicidades otra vez por el post :)

Margot dijo...

Qué chulada!!

Las ciencias te pueden levantar la piel tanto como un poema. Como siempre, y en todo, dependerá de cómo te lo cuenten... y el motor es el mismo, la emoción del entusiasmo por llegar a saber.

Este post os salió así, un juego entusiasta, todo enterito él...

Besosssss evolutivos!!

Pedro Garrido dijo...

Gracias por los elogios. El motivo principal de este post era tratar de mostrar la equivocación que supone considerar que la evolución es un proceso azaroso. De hecho este es uno de los argumentos preferidos por los creacionistas para criticar la teoría evolutiva. Casi siempre mencionan aquel argumento de Hoyle (un astrónomo que, claro, asbe mucho de biología) que comparaba la evolución con un montón de piezas de un Boeing 747 disperasas y que tras un tornado quedaban juntas dando lugar al Boeing 747. Este argumento muestra la poca idea que se tiene del proceso evolutivo. La explicación para la aparición del Boeing 747 es que antes de él hubo un modelo 746 con las alas más cortas y antes de éste un Boeing 745 con un tren de aterrizaje un poco diferente al del 746, etc. En fin, pasos graduales. Si se peinsa así, la cosa no es tan compleja y hay muchas pruebas (genéticas, antropológicas, de biología molecular...) que apoyan esta visión.

En cuanto a lo que comentas, margot, ya sabes que la literatura es mi punto débil ( y mi vocación siempre pospuesta) y por eso me parece interesante tratar de buscar nexos entre ciencia y humanidades, porque los hay y pueden ser enriquecedores para todos.

Un saludo y gracias por participar.