14 febrero 2007

Sobre la imposibilidad de demostrar la inexistencia: bienvenidos.

La ignorancia afirma o niega
rotundamente; la ciencia duda.
Voltaire.

-Y ¿por qué esa inusitada obsesión
de tu Dios por crear escarabajos?
Pregunta el científico al creacinista

Os damos la bienvenida a aquellos que habéis accedido a nuestra bitácora. Este primer apunte es tan sólo una declaración de intenciones que esperamos poder mantener de forma tan firme como lo son nuestras convicciones.

La existencia de esta bitácora se nutre de una doble intención. La primera es un afán divulgativo de lo que ocurre en la investigación científica actual, especialmente en los campos de la ecología, la zoología, la evolución y las neurociencias por ser los campos que siempre en los límites de la modestia, más dominamos los que redactaremos los apuntes. La segunda intención, que no por ocupar este puesto es menos importante, es tratar de hacer frente a la horda de supercherías acientíficas que hoy día proliferan, y tratar de hacerlo con el rigor que impone la ciencia mediante observaciones que son intersubjetivas y sometidas a un objetivo y exhaustivo análisis. Como rápidamente habrá deducido el sagaz lector ambas intenciones están imbricadas ya que tenemos la convicción de que una mejor y más extendida divulgación de la ciencia ayudaría a hacer frente a los esoterismos y las religiones de un modo más eficaz. Por ello, llegados a este punto, se recomienda que aquél que entre en esta bitácora, lo haga con una actitud crítica.

Incluimos a esoterismos y religiones en el mismo saco porque sus principios se asientan en afirmaciones que carecen del criterio esencial para conformar el conocimiento científico, lo que Popper denominó falsabilidad: es necesario poder poner a prueba la hipótesis que se plantea, es decir, tratar de demostrar que esa hipótesis es falsa mediante el diseño de algún experimento. Así, dado que los esoterismos y las religiones se asientan en principios situados más allá del mundo físico, las ciencias no pueden demostrar la existencia de tales principios. Este sería el caso extremo del tantas veces mentado aforismo “a hipótesis extraordinarias les corresponden pruebas extraordinarias”. Mientras tanto, si bien la ciencia no siempre puede demostrar la veracidad de tales hipótesis, sí puede seguir avanzando en el conocimiento que ofrece del mundo natural, cerrando puertas a los defensores de lo esotérico y las religiones y reduciendo cada vez más la probabilidad de certeza de las hipótesis planteadas por estos, si bien en algunos casos se ha puesto a prueba alguna de estas hipótesis, algo que comentaremos más adelante. Esta imposibilidad para evidenciar la inexistencia no es óbice, sin embargo, para admitir que una hipótesis es muy poco probable. De hecho, para posicionarnos ya desde un principio, afirmamos que la hipótesis de Dios es, en nuestra opinión, tan poco probable como la de ese individuo incorpóreo que se encuentra junto a usted leyendo en estos momentos este apunte y del que usted no percibe su presencia (a excepción de que sea usted esquizofrénico, epiléptico o le estén estimulando ciertas regiones de su cerebro mediante campos magnéticos). La hipótesis de Dios, a nuestro juicio, sería tan poco probable como la de Papá Noel, la del Spaghetti Monster, o la de las hadas del bosque.

Un ejemplo claro de esta reducción de probabilidades gracias al avance científico es el caso de la creación del hombre por un ser sobrenatural y omnipotente a partir del barro (nos ceñimos aquí al relato Bíblico) desbaratada, con gran elegancia por cierto, por la teoría de la evolución, que ideó este señor con barbas de la derecha que presidirá en el futuro cada uno de nuestros apuntes. Sin embargo, a veces, esta prueba tan sumamente probada presentada por Darwin no parece suficiente para algunos, por lo que debemos seguir intentando progresar en el conocimiento, para dejar el menor número posible de resquicios donde puedan cobijarse los charlatanes y predicadores de todo tipo, aunque no nos cabe duda de que siempre los encontrarán. Buena prueba de ello es el famoso Dragón en el garaje de Sagan (si pincháis sobre él podréis leerlo en la excelente bitácora de unos buenos amigos). Y es que, como en su momento dijo T. Dobzhansky, “nada tiene sentido en Biología (la ciencia que estudia la vida) excepto a la luz de la EVOLUCIÓN ”.

Creemos, por tanto, en la existencia de un mundo físico, con unas leyes que rigen las interacciones entre las diversas partículas que lo conforman, y que combinaciones complejas de tales partículas han dado lugar a un fenómeno maravilloso y altamente improbable, pero aún así posible, pues aquí estamos para tratar de analizarlo, que es la diversidad biológica. Los humanos como todas las especies que pueblan o han poblado este planeta hemos aparecido gracias a la evolución transcurrida durante un período mastodóntico de años (miles de millones de años). Este proceso permitió en los hombres un desarrollo de un cerebro con capacidades inusitadas hasta entonces en el reino animal que conllevaron la aparición del lenguaje, la cultura, una extraordinaria capacidad de predicción e incluso la invención de las religiones. Sobre estos temas y muchos otros trataremos en esta bitácora intentando mostrarlos de forma tan amena como nuestras capacidades nos lo permitan.

De nuevo, un saludo y bienvenidos a todos los que os hayáis incorporado a la lectura de esta bitácora, un rincón en pro de la teoría evolutiva.

6 comentarios:

AGRA dijo...

¡Uf! Soy el primero en daros la bienvenida a la blogsfera científico-escéptica. Pero creo que así debe ser para responder al halago que supone el encabezar vuestra lista de enlaces oríginal, amén de que la primera cita que se incluye sea la de uno de nuestros apuntes.

Creo que es todo un acierto la combinación de temas elegido, neurociencias y evolución. Y sobre todo la orientación escéptica que le quereis dar, en estos tiempos en los que la religión sigue campando a sus anchas en las escuelas (y el creacionismo ganando poder de comunicación), las instituciones nos obsequian con normas reguladoras de las pseudomedicinas y los programas de intoxicación esotérica son líderes de audiencia. En cuarlquier caso, conociendo al menos a la mitad más cerebral del dúo artífice de esta bitácora no me cabe la menor duda que la amenidad está garantizada (así lo atestigua el primer apunte).

En fín, os deseo toda clase de parabienes y críticas (las nuestras las teneis aseguradas), que no se os cuelen muchos trolls y que los debates sean jugosos y acalorados. Servidor intentará aportar su granito de arena (léase ladrillo arrojadizo) para que lo consigais.

Un saludo,

Gregorio (a.k.a. Lupe)

PD: Brainy, he intentado mimar el léxico de este comentario. Lo digo porque como "tú eres de letras"...

Parasite dijo...

Muchas gracias por esta bienvenida, siempre es un placer sentar en nuestro sillón a un escéptico curtido en estas lides.

Toda crítica será aceptada y esperemos que esos duros golpes sean bien encajados.

Marga dijo...

Qué bien me lo voy a pasar!!

Anónimo dijo...

Felicidades. Otro blog para postear...lo añado a mi lista pa àsarme por aqui..;)

Pedro Garrido dijo...

Y nosotros encantados de que participéis en él y critiquéis todo lo que queráis. Estamos aquí para aprender.

Anónimo dijo...

EL PLANETA DE LOS SIMIOS

La versión cinematográfica de la novela: "El planeta de los simios", ¿se clasifica en el género de la Ciencia-ficción, o refleja la triste realidad del presente? Veámoslo: El argumento de la novela, llevada al cine, situa al planeta Tierra en un tiempo futuro, poblada y gobernada por una mayoría de simios. Un pequeño grupo de humanos, supervivientes, son tratados como una raza inferior y obligados a vivir como animales. En este contexto, los humanos intentan demostrar que su propia raza ya poblaban el planeta antes que los simios. La jerarquia política y religiosa de los simios tratan de impedir que se haga público una realidad que conocen, pero que ocultan.

¿Y que tiene que ver el argumento de esta película con la realidad?

Hace muchos años, 18 para ser exactos, que vengo denunciando las teorías fundamentales de la Ciencia: la Teoría heliocéntrica y la Teoría de la evolución, como teorías falsas. Mi posición de crítica permanente ante tanto disparate y necedad, no la ejerzo de forma gratuita. Mi postura está avalada por los estudios realizados durante años y que dieron lugar a una NUEVA hipótesis sobre el Universo y el Hombre, que destrona a las falsas teorías establecidas que son amparadas y protegidas por todos los organismos políticos, culturales y sociales.

Se hace patente que los dirigentes políticos no están por la labor de prestar oídos a descubrimientos científicos que pondrían en tela de juicio muchas de sus iniciativas escandalosas en materia social y religiosa.

Desde mis conocimientos y mi creencia avalada por una investigación independiente, estoy en disposición de plantear a los gobernantes y a cuantas personas ocupan cargos relevantes con proyección social, lo siguiente:

¿Se consideran ustedes un producto de la evolución? O, dicho de otra forma, ¿consideran que sus antepasados eran simios?

Si su respuesta es afirmativa, entonces se me plantea un dilema: ¿Debo aceptar las normas y leyes, humanamente aberrantes, que me imponen unos "simios evolucionados"? Es más, si un ser humano ha sido educado en que es fruto de una evolución simiesca, ¿por qué se extrañan de que muchos criminales de la sociedad occidental, y con valiosa formación cultural, se comporten como "bestias"? En el reino animal la descendencia de la especie se otorga al más fuerte y capacitado para la búsqueda de alimento y en la defensa de su prole, en el reino de los "simios evolucionados" se impone el más inhumano, el más codicioso y el más capacitado para engañar y mentir. ¿Evolución o involución?

No me duelen prendas en decir que me parece una aberración el hecho de que unos "humanos" que confiesan su ascendencia simiesca pretendan dirigir, y menos aún guiar, a seres humanos cuyo origen -los creyentes tenemos la completa seguridad de que fue así- tuvo lugar por Creación.

http://www.laultimateoriageocentrica.com

Antonio Ruiz Palacín